Del negacionismo a la forzada aceptación de la realidad

Del negacionismo a la forzada aceptación de la realidad

El panorama político venezolano, secuestrado por más de 26 años por la narcotiranía chavista, ha servido de escenario para uno de los fenómenos más curiosos y perniciosos en el ecosistema de la opinión pública: el negacionismo estratégico.

Este no es el negacionismo de un hecho histórico, sino la negación persistente ante la posibilidad real de un cambio de rumbo, disfrazada de un “escepticismo culto e informado”.

Desde el inicio de la movilización naval estadounidense, a mediados de agosto de este año 2025 en el Caribe, las voces genuinas que vislumbraron una señal de acción contundente contra el régimen de Maduro fueron recibidas con una oleada de burlas. Periodistas, políticos y los autodenominados influencers se dedicaron a descalificar la maniobra como "vende humo", "fantasías épicas delirantes" o simples acciones sin peso ni determinantes. Su discurso se centró en sembrar dudas sobre la voluntad y capacidad de EE. UU. en actuar.

Esta postura de incredulidad convenida no solo tenía como objetivo paralizar a un sector de la ciudadanía, sino también —de manera consciente o inconsciente— ofrecer un servicio invaluable a la narcotiranía. Esto se lograba al minimizar la amenaza externa y con la clara intención de ridiculizar a quienes ven en esta movida caribeña impulsada por EE. EE. UU. una posibilidad real para recuperar la democracia en nuestro terruño natal.

Sin embargo, estos "incrédulos" —y lo ponemos entre comillas porque su postura va más allá de la mera falta de fe política— lo que realmente vislumbran es el fin de sus propias carreras. Sus trayectorias han dependido de acciones políticas y de una opinión pública que han manipulado para satisfacer sus intereses personalísimos. Para ellos, el bienestar de un pueblo forzado por el totalitarismo a vivir subyugado bajo el terror de un Estado criminal era, claramente, lo menos importante.

Su mensaje constante, ante el nuevo panorama que viene navegando en los mares caribeños era, o es ahora cada vez menos: “Nada que ver”, Sigan soñando”, “Sigan creyendo que se van a volver creyón”, "No hay salida, no hay posibilidad de acción, sigan quietos.

Peor aún, algunos de estos actores escalaron su discurso, coqueteando con el terror psicológico. Argumentaban que un eventual desplazamiento de la mafia gobernante solo conduciría a un "caos tan grande" o una "masacre", infiriendo que la única opción responsable era resignarse a vivir por el resto de la eternidad una “Paz Autoritaria” bajo la quietud de la bota militar del chavista de turno, en nombre de una falsa "estabilidad". 

Sin embargo, ante hechos actuales, el escenario ha venido cambiando, más lentamente de lo que muchos ansiosos por el cambio estamos esperando. La realidad se ha pintado que ha venido dando pasos que parecen ser contundentes e ineludibles, que han forzado una evidente y dramática migración del discurso negacionista. Aquellos que ayer se burlaban, hoy comienzan a expresar un convencimiento manifiesto, resumido en la nueva consigna: "Trump como que sí le va a echar bolas."

Este giro no es un acto de honestidad intelectual, sino un reconocimiento forzado ante la evidencia irrefutable. El peso de la acción geopolítica ha sido tan contundente que el manto del negacionismo se ha vuelto insostenible. El escepticismo, que antes lucía como una pose de realpolitik, hoy se revela como lo que fue: una táctica de inmovilización y, en algunos casos, una colaboración solapada que ayude a alcanzar la regleta por parte de los arrastrados que buscan, incluso hasta el último momento, enchufarse al mafioso.

Es imperativo que la ciudadanía venezolana observe y memorice esta metamorfosis porque en el momento de que logremos alcanzar el tan ansiado cambio, ya veremos a estos mimetizarse como si más bien ellos se hubieran rajado sus vestiduras para salir del oprobio totalitario.

Es hora de identificar quiénes se bajaron las pantaletas, a quienes, disfrazados de oposición o de artistas “antisistema”, han trabajado para la prolongación de la agonía nacional. 

El verdadero liderazgo es aquel que no niega la posibilidad de la justicia, sino que la anticipa y trabaja por ella, incluso cuando la burla es la respuesta. La realidad, al final, siempre tendrá la última palabra, y ojalá esta sea la libertad de Venezuela.

Te lo pedimos Señor
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Roger Francisco Núñez Gamboa
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